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jueves, 4 de junio de 2009

Bruce McLaren


Bruce Leslie McLaren disfrutó su vida a fondo en todo momento. Tan rápido que la muerte lo sorprendió una soleada tarde de junio mientras ensayaba sobre una de sus creaciones.
Bruce nació el 30 de agosto de 1937 en Auckland, Nueva Zelanda. Su padre, Les, había dejado de manejar el camión cisterna de Texaco para comprar una estación de servicio de la petrolera. Los mecánicos que trabajaban allí sufrieron al pequeño, que era muy inquieto.
Siempre estaba pidiendo llaves para arreglar su primer bólido: un triciclo. Según cuentan, nunca lo vieron doblar por los recovecos del lugar con las tres ruedas apoyadas en el piso. En 1946 se aleja de sus sueños para toda la vida. Una deformación en sus caderas hizo que McLaren perdiera dos años en la escuela primaria. Por eso fue trasladado para su rehabilitación a un instituto especial de Takapuna. Recién a fines de 1949 pudo volver a su casa ayudado por un par de muletas. Allí recibió el cariño de sus hermanas Pat y Jan.
Ya en 1951, con el apoyo de un tutor y tras haber completado sus estudios, ingresó al Seddon Technical Memorial College, donde comenzó a moverse sin ninguna colaboración. En ese lugar comenzaría un curso de ingeniería, su amor por el diseño de autos de competición.Su padre también adoraba la velocidad, vicio que había calmado en algunas carreras de coches y motocicletas. Casi todos los mediodías, Les y Bruce desparramaban sobre una mesa distintas piezas de motores para estudiarlas detenidamente. "Yo les decía que la comida y las bebidas estaban servidas, pero ellos ni se enteraban", contó alguna vez la señora McLaren. El joven sacó la licencia para conducir a los 15 años y el primer auto que manejó fue un viejo Ulster Austín Seven modelo 1929, con el cual aprendió a conducir entre los árboles que había en el terreno de la estación. Luego se anotó en carreras de montaña, en las que se trepa o se baja un cerro, algo típico en Nueva Zelanda. Entre 1957 y 1958, años en que los festejos se repitieron en un Cooper; se ganó el pasaporte de "Piloto hacia Europa", otorgado por la NZIGP (New Zeland International Grand Prix). La fama estaba por nacer.
Un 15 de marzo de 1958, McLaren dejó la isla oceánica para pasar bajo el ala de Jack Brabham, quien lo aconsejaría en sus primeros pasos. La relación con el australiano se había iniciado cuando Les le compró a Jack un Cooper para su hijo. El de Auckland debutó ese año, con un Cooper-Climax de F-2 (corrían junto a la F-1, pero eran vehículos de menos potencia). Aunque no conocía el extenso trazado de Núrburgring, aquel 3 de agosto largó desde el 1to. puesto entre 26 pilotos. Luego de las 15 vueltas al dibujo de 22.772 metros, el muchacho de apenas 20 años venció en su categoría y terminó quinto en la general, a sólo diez segundos de la Ferrari del inglés Tony Brooks. Esa prueba también es recordada por el accidente fatal que sufrió el británico Peter Collins. Al final, Bruce se convirtió en el debutante del año. Aunque había aprendido varios secretos, estar en el equipo Cooper no le convenía al joven neocelandés. El mismo Brabham (le arrebató el título de 1960 por nueve puntos), Stirling Moss y Maurice Trintignant, sus compañeros de escuadra, le quitaban protagonismo.
Ni el famoso triunfo en el primer Gran Premio de Estados Unidos de 1959 le había servido para trepar en el grupo. Aquella vez, debutó como ganador en Sebring, con 22 años y 104 días de vida. Brabham, su padre deportivo, conquistó el título allí, empujando su Cooper en los últimos 800 metros luego de haberse quedado sin combustible. Por apenas 24 días, McLaren perdió en las estadísticas con el estadounidense Troy Ruttman, quien se impuso por única vez en la Fórmula 1 en Indianápolis, en 1952.
El plan final de Bruce era armar sus propios autos. Un problema con Cooper aceleró su idea. La escudería pretendía la exclusividad de los servicios del piloto, pero el muchacho cada vez que podía se subía a autos de otras marcas. Adelantándose a una separación inevitable que se concretaría en 1966, McLaren viajó un año antes a Nueva Zelanda y compró una estación de servicio en Te Atatu, un suburbio de Auckland. Con ayuda de dos socios, Teddy Mayer y Tyler Alexander, fundó la Bruce McLaren Motors, que luego sería una de las escuadras más famosas, con ocho títulos de marcas y once de pilotos en medio siglo. El armado de chasis para la máxima categoría había dado su primer paso en el 65. Apoyado por el inglés Robín Herd, quien había participado en la construcción del avión anglo-francés Concorde, McLaren diseñó el Mk 2A, un prototipo casi pensado para correr las 500 Millas de Indianápolis. Tras los primeros tests, hechos con un motor Oldsmobile 4.5 y gomas Firestone, el coche fue adaptado para la F-1 y se llamó Mk 2B, que se estrenó con Bruce al volante y con un Ford V8 detrás en el Gran Premio de Mónaco de 1966. Fueron sólo seis carreras ese año, con un fugaz paso por el impulsor Serenissima, que no cumplió por su escasa potencia.
El año entrante, apenas tres puntos dejaron a la joven escudería en el último lugar entre los constructores. Sus ganas de estar sobre cuatro ruedas eran tan grandes que, mientras esperaba el chasis Mk SA dibujado por Herd, McLaren condujo por tres fechas un Eagle del equipo de Dan Gurney. Al empresario-piloto no le sobraban muchos fines de semana libres, ya que también estaba concentrado en el desarrollo del McLaren Elva Oldsmobile para la Can-Am americana. En 1968, su compatriota Denny Hulme, que venía de Brabham con el título bajo el brazo, vistió el número uno en el McLaren. La escudería, ahora con el veloz y confiable Cosworth V8, floreció. Y por escasos 11 puntos perdió la Copa de Marcas frente a Lotus.
Hulme fue tercero en el torneo, detrás de Graham Hill y Jackie Stewart. McLaren, en el GP belga, obtuvo su última victoria en la F-1. El 69 comenzó con festejo para él, ganando la Carrera de Campeones en Brands Hatch (sin puntos). El logro máximo esta vez fue en Norteamérica, con el bicampeonato en Can-Am. Como aquellas agitadas travesuras sobre su triciclo, la temporada del 70 la encaró con un objetivo: ganar las 500 Millas de Indianápolis con su auto. Sin embargo, casi no alcanzó a disfrutar el noveno puesto que consiguió Carl Williams sobre un McLaren. El destino le había robado la vida tan rápido como pasaba cada segundo para él.
Una tarde de junio probaba el nuevo McLaren-Chevrolet M6GT. Cuando iba a alta velocidad en una de las rectas del trazado inglés de Goodwood una pieza se desprendió y el neocelandés se estrelló contra un puesto de banderilleros. La muerte instantánea de uno de los ganadores más jóvenes que aún tiene la Fórmula 1 conmovió al ambiente.

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