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viernes, 18 de diciembre de 2009

Pekin-Paris 1907 (parte II)


A travez de 16.000 km, cinco audaces se lanzaron a la aventura de unir la capital china con la francesa. Segunda y ultima parte de la enorme epopeya automovilistica de 1907.
Es dificil recabar una cronica detallada de la totalidad de la competencia. Algunas informaciones y anecdotas fueron las escritas por el periodista Jean Pierre Labouchere, corresponsal del Daily Telegrah y del Corriere de la Sera, que se presento en China antes de la salida y convenció a Borghese para que la llevara en el asiento trasero de su Itala, del que se cayo en marcha en mas de una ocasión.
En ocasión de atravesar una extensa zona desertica entre las fronteras del actual Afganiftan y Rusia, el ultimo del convoy (un extraño vehoculo francés con forma de triciclo) fue atacado con lanzas y flechas por las tribus nomades residentes en la region, probablemente atemorizados por el extraño artefacto que cruzaba sus tierras atronando el aire con su potente motor de 5 hp. El problema fue solucionado en adelante destacando un escuadrón de cosacos que acompañaban en algunos tramos "criticos" a la caravana.
Mas adelante en el camino, el Itala (que desde un principio marchaba a cabeza de la carrera) llego al borde del desfiladero de Cherkassy, en Rusia. La situacion fue bastante tensa al comprobar que el unico puente para cruzar el cañón de más de 3.000 metros era un fragil puente colgante con la capacidad de resistir (con mucha suerte) el paso de una mula.
Se procedió a desarmar parte por parte los coches y fueron atravezando el abismo, para ser recibidos por los conductores del otro lado y ser re-armados. En uno de los muchos y peligrosos viajes una rueda se desprendió del lomo de una de las mulas y cayó al vacio. La solución fue la unica posible: un mujik ruso que tenia cierto conocimiento de carpinteria fabrico una rústica rueda y asi la carrera continuó.
Pasado el sector montañoso a costas de grandes esfuerzos y de haber afrontado la muerte en 100 ocasiones, los participantes entraron en la estepa rusa, la misma permitia desarrollar grandes velocidades (grandes para la época) y se dirigieron traqueteando hacia la lejana cadena montañosa de los Urales, la cual era algo asi como "volver a la civilización".
Pronto el magnifico Itala demostró sus dotes de auto de carreras, alejandose cada vez más y más de sus contendientes, y muchas pequeñas aldeas siberianas que nunca habian visto más que un carruaje quedaban sorprendidas al ver pasar a las maquinas envueltas en una nube de polvo y el tronar de los motores.

Al final, el Itala de Borghese, junto a su mecánico y el periodista italiano llegaron a París con una semana de adelanto sobre el Spyker holandés, que acabo en el segundo puesto pese a conducir en Europa entradas de 24 horas, sin luces ni frenos delanteros. El Itala, con un chasis de camión, suspensiones reforzadas, neumáticos Pirelli (uno de los cuales llego a París sin un solo pinchazo), y un deposito de gasolina auxiliar de 150 litros, todavía se conserva y puede verse en un museo turines.
Del resto de coches, solo el triciclo Contal no consiguieron llegar a su destino y sus pilotos fueron salvados de un muerte segura por un grupo de nómadas, en pleno desierto de Gobi, donde el coche se negó a continuar funcionando y se comprobó con horror que los pozos del camino habian soltado uno de los depositos de agua para beber y rajado el otro...

A los ganadores se les entrego como recompensa una botella de champaña francés. La que aprovecho la repercusión de la carrera fue la marca Itala, una de las más importantes de la Italia de los años de la guerra, que fabricaba automóviles de carrera y de gran lujo, algunos de los cuales fueron adquiridos por la realeza.

Tras el éxito inmediato de la carrera Pekín-París, al año siguiente se organizo otra, mas polémica, entre Nueva York y París, que atravesaba América del Norte, hasta Alaska, y, desde allí, toda la Siberia hasta Europa. Los problemas de los coches, que acabaron encallando todos en el hielo de Alaska, obligaron a los organizadores a trasladarlos en barco hasta Vladivostok.
En época más cercanas se disputaron otros grandes maratones, como el Londres-México, organizado con ocasión del mundial de fútbol en el país azteca, en 1968. El Londres-Sydney, que se disputo poco después y, ya mas recientemente el París-Dakar y el París-Pekín, que buscaba recuperar, aunque a la inversa, el recorrido de ese primer gran raid de la historia del automovilismo que gano Itala de Borghese en 1907.

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