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martes, 29 de diciembre de 2009

Después de un año, la revancha


Son las 11 de la mañana del domingo 26 de julio de 1936, día que se ha levantado nublado y con alguna que otra posibilidad de chubasco. Unos 350.000 espectadores, algunos llegados antes incluso de que el sol sacara la cabeza de entre los tupidos montes de alrededor custodiados por el castillo de Nürburg, aguardan deseosos de poder ver una victoria alemana en casa. De este modo se culminaría la venganza durante meses anunciada tras el fiasco que supuso ver vencer al Alfa Romeo de Nuvolari –un tándem cien por cien italiano– en suelo local.



Se apaga el semáforo rojo que indica el inicio del IX Großer Preis von Deutschland. A los veinte integrantes de la parrilla les aguardan veintidós giros alrededor del Nordschleife o, lo que es lo mismo, más de 500 kilómetros. Manfred von Brauchitsch parte en cabeza durante los primeros compases de la carrera; le siguen el Auto Union de Stuck y los Alfa Romeo de Brivio y Severi. El potencial germánico, sin embargo, no tarda en hacerse manifiesto: en la recta de contrameta, superada la primera curva –la misma que enlaza con el Sudchleife– ya son cuatro las silberpfeile –o 'flechas plateadas'– que encabezan el grupo.

Y se hace el silencio durante unos minutos... son los minutos que tardan los participantes en salir de Döttinger-Höhe para volver a pasar por meta, donde se concentra la mayor parte del público asistente. Es lo que tiene correr alrededor de un circuito cerrado de más de veintidós kilómetros de cuerda. Durante este tiempo de espera el gran protagonista es el 'speaker', quien difunde la información proporcionada por los 'ojeadores' situados estratégicamente en diversos puntos del sinuoso trazado, como por ejemplo Adenau o el Karussell.

Termina el primer giro con un abrumador dominio alemán: von Brauchitsch, Rosemeyer, Lang, Caracciola y Stuck. Para encontrar a Nuvolari, quien diluyó esta misma fiesta meses antes, hay que bajar hasta la sexta plaza.

Siguiente vuelta. Desde megafonía se anuncia que el líder está sufriendo problemas en el tramo cercano al Karussell... ¡precisamente donde, un años antes, el mismo von Brauchitsch cedió la victoria al Volador de Mantua! Es por ello que el alemán de Mercedes se detiene a boxes bastante después del paso por meta del grupo delantero. La parada, aunque veloz, no impide que tras su 'rentrée' a pista haya perdido bastante terreno –una vuelta: a fin de cuentas más de veinte largos kilómetros– respecto los mejores.

El nuevo cabeza de carrera, Rosemeyer, se embarca en una lucha terrible contra el cronómetro. En pocos kilómetros se sitúa a más de veinte segundos de su perseguidor más directo, Lang. Mientras, por detrás, Stuck y Nuvolari se ensarzan en un intenso duelo por la tercera plaza... a pesar de la clara inferioridad del monoplaza del italiano.

Cuarta vuelta. Caracciola, uno de los grandes favoritos para la victoria final y de los más ovacionados por el público, entra por sorpresa a pits. Los mecánicos de Stuttgart trabajan en la iluminación de su W25; la maniobra, finalmente, se salda con el descenso hasta el décimo lugar en carrera. Nuvolari, por su parte, ha escalado paso a paso hasta el último peldaño del podio... y claro, muchas piernas ya empiezan temblar al evocar la gesta que el mismo protagonizó un año antes.





En la vuelta número siete, transcurrida una hora tras el inicio de la carrera, Rosemeyer entra a pits para realizar la primera de las dos paradas previstas –el resto de sus compañeros de equipo, en cambio, sólo se detendrán en una ocasión–. La maniobra se realiza con extrema rapidez: se cambian las dos ruedas posteriores y se llena el tanque de combustible en 42 segundos. Su flamante nueva mujer –se casaron el 13 de julio, trece días antes del Gran Premio... y es que éste es precisamente el número favorito de la pareja–, la famosa aviadora Elly Beinhorn, deja momentánemente las tareas de cronometraje y cuenta-vuelta que comparte con Paula Stuck para saludar a su marido. Desde la distancia, no obstante, Feuereissen –el director de carreras de Auto Union– se lo impide con rotundidad. Ella, nueva en estas lides, se aparta perpleja. Tras la marcha de su querido Bernd le explican que, según la normativa vigente, sólo los tres mecánicos responsables del monoplaza pueden estar trabajando sobre el mismo: si una cuarta persona toca la máquina, ésta es ispo facto descalificada.

Lang, aún en pista, es quien hereda el liderazgo con veinte segundos de margen; Nuvolari, por su parte, se mantiene tercero, aunque ahora a medio minuto de diferencia de su nuevo objetivo, Rosemeyer. Por detrás Caracciola queda tirado en medio del trazado por culpa de su bomba de combustible; sin perder tiempo, no obstante, retoma andando –con su traqueteo característico– el largo camino a boxes. Una excursión de varios kilómetros.

Lang entra de nuevo para efectuar su segunda parada. Los tres mecánicos encargados de su monoplaza llenan el tanque y cambian las ruedas traseras mientras... ¡Caracciola le releva! "¡¿Pero por qué?!", se pregunta una muchedumbre irritada al comprobar que la jerarquía del equipo impide que el joven alemán termine el Gran Premio; a raíz de ello el 'Regenmeister' es abucheado al salir a pista. Dentro de unos minutos, sin embargo, desde megafonía se apacigua el ambiente al informar que Lang se ha roto el dedo meñique y requiere atención médica.
En estos momentos, poco antes del ecuador del Gran Premio, Rosemeyer lidera con un cojín amplio de segundos –hasta minutos– respecto Stuck, quien por su parte ha superado a Nuvolari tras la parsimoniosa detención –de más de un minuto– que éste ha llevado a cabo pocos giros antes. La dupla Lang/Caracciola ha quedado relegada a la quinta plaza.

Giro número trece. Caracciola está acortando diferencias con los de arriba. Aprovechando, además, los problemas técnicos de sus rivales –el Alfa, por ejemplo, está siendo un auténtico quebradero de cabeza para 'Nivola'– ya ha conseguido subir hasta la tercera plaza... cuando se ve obligado a entrar a pits ya que su 4.7 litros ha dicho basta por culpa de una fuga en el sistema de refrigeración. 'Carach' espera dentro mientras sus mecánicos trabajan; al final, sin embargo, uno de ellos le pide que se baje. Rudi, de pie, impasible, enciende un cigarrillo mientras observa como se llevan la máquina hacia el paddock. Es su segundo abandono de la jornada.
El Gran Premio todavía depara una última sorpresa. En la decimoquinta de las vueltas el Mercedes de Chiron se sale a final de recta, en Antoniusbuche, donde se alcanzan velocidades vertiginosas. El accidente se salda con importantes quemaduras en la cabeza y en los hombros del monegasco. Pero nada más.

Los compases finales de la carrera son un verdadero paseo para Rosemeyer, quien goza de un cojín de cuatro y ocho minutos respecto a Stuck y Brivio respectivamente.
Tras casi cuatro intensas horas llega el banderazo final no depara ninguna sorpresa. Tal y como se preveía Rosemeyer disfruta de una merecida ovación a lo largo de los últimos kilómetros, durante los cuales conduce a una mano para saludar al público con la restante. Finalmente tras recibir el banderazo de cuadros el Korpsführer Hühnlein –mano derecha de Hitler– le engalana con una corona de laurel.

Esta victoria ha resultado ser uno de los mejores presentes que Rosemeyer puede ofrecerse tras haber contraído matrimonio días antes con Elly Beinhorn. Es, sin duda, una de las parejas de mayor fama del momento. La celebración de esta victoria es dilatada, primero junto a la familia en un pueblecito llamado Daun y luego con el equipo en el hotel donde se alojan, el Nürburgring's Sport Hotel.

Con este triunfo el Tercer Reich consigue cicatrizar la dolorosa herida abierta meses antes al ver ganar a Nuvolari en suelo germano. Y claro, de nuevo se engrana la mecánica publicitaria para hacer de esta victoria un elemento más en el ascenso del fervor nacionalista alemán.

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