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lunes, 5 de octubre de 2009

Tazio Nuvolari: El volador de Mantua


La IV Copa de Barcelona presenció la más grande demostracion de manejo de los años 30. Nuvolari, Caracciola, Rosemeyer y los demás escribieron un capitulo epico en la historia del Grand Prix.
Domingo, 7 de Junio de 1936EI domingo por la mañana, mientras el numerosísimo público que acudía a ver la carrera se iba aposentando, se anunciaba por megafonía el forfait de Varzi y su sustitución por von Delius. Tras presenciar las autoridades el desfile de los coches al son de sus respectivos himnos nacionales, a las 15.45 horas el presidente de la Generalitat Lluís Companys escuchaba en posición de firmes Els Segadors y tras los aplausos de rigor se procedía al cierre del circuito y a la colocación de los coches en la parrilla de salida. Frente a los pilotos, un gran reloj marcaba los segundos que faltaban, novedad importante por que cualquier adelanto a la señal se penalizaría con 1‘.
Cuentan sesudos cronistas que Bernd Rosemeyer fue el más presto en la arrancada, seguida de Chiron, Caracciola y Nuvolari, rodando los cuatro rueda con rueda para cubrir la primera vuelta en 2’06”. Dicho tiempo parece algo optimista y por otra parte, la foto de una revista de la epoca muestra cómo Rosemeyer «se quedó» , siendo los otros tres quienes salieron disparados. Los hechos parecen confirmar plenamente esta versión: breve líder durante la segunda vuelta, Chiron cedía bajo la presión de Caracciola, que se escapaba del grupo pera sin poder deshacerse del tenaz Nuvolari. Los demás quedaban va a un centenar de metros.
Caracciola igualaba el récord del circuito (2’02”) en la vuelta 3. En la 5, Nuvolari decidía tomar un primer ataque y tras dejar el récord en 2’01”, tomaba el mando. Una más tarde abandonaba su compañero Antonio Brivio, al que seguirían luego Wimille y Etancelin. Rosemeyer, víctima de dos paradas en boxes, cerraba la marcha junto con Villapadierna. La carrera tomaba va cariz de duelo Caracciola-Nuvolari y los demás, sin grandes variaciones de orden, empezaban a rezagarse. En la vuelta 14, Nuvolari bajaba a 2’00”, en la 23 a l’59” y en la 28 a l’58”, a un promedio de 115,616 km/h. Su ventaja sobre Caracciola era entonces de 14” y todos los demás, hasta un total de 8 supervivientes, estaban doblados una o varias veces.
Tazio, que mantuvo su cadencia récord de 2’00” , 2’02” por vuelta prácticamente has ta la 35, paró a cambiar las ruedas traseras y a repostar en la 39, llevando sus mecánicos a cabo la operación en 40” según unas fuentes y en algo menos de 30” según otras. Caracciola tomó entonces el mando, pero Nuvolari, sabiendo que su rival alemán debería probablemente parar a su vez, volvió a la pista . Apretando de firme. De 30” en la vuelta 40, su retraso con respecto al Mercedes se reducía a 20” en la 50 (28”2 según el cronometraje «oficial» ). Y cuando Caracciola se detuvo en la vuelta 52/53 para sustituir la rueda trasera derecha que había perdido parte de su banda de rodadura en la zona alta del circuito, debiendo completar la bajada a marcha lenta, los mecánicos alemanes tardaran 43” en llevar a cabo la operación y el Alfa Romea volvió a colocarse en cabeza, esta vez por amplio margen, casi 40”. Pero este último no duró mucho ya que Nuvolari tendría que detenerse en la vuelta 58 para cambiar otra rueda y aunque sus mecánicos sóla tardaron 30” en hacerlo (17” según otras fuentes), la ventaja se veía reducida a la mitad al volver a la pista.
La lucha era tremenda. En la vuelta 60, a 20 del final, la diferencia entre Nuvolari y Caracciola era de 26”. El alemán y su Mercedes estaban rodando una y otra vez en 2’00”, ganándole 2” en cada vuelta al italiana y a su Alfa. Hasta el punto de que, considerando todos los factores en juego, Alfred Neubauer ordenó a Caracciola que atemperara su ritmo ya que de hacerlo así podría completar las 80 vueltas sin detenerse, mientras que Nuvolari, dentro de una lógica humana, debería repostar y cambiar neumáticos otra vez.
Sólo así se explica que en la vuelta 70, a 10 del final, la ventaja de Nuvolari hubiese aumentado a 18”6 (17”). Pese a lo cual, Neubauer seguía confiado. ¿ No le estaban i ndicando a Tazio desde el box de la Scuderia Ferrari que se detuviera a cambiar ruedas? El mecánico de Mercedes destacado en la curva anterior a boxes confirmaba haber detectado a simple vista que los neumáticos del Alfa Romeo, en particular uno de ellos, estaban en las últimas. ¿ Y no había hecho Nuvolari una señal a su box indicando que a la siguiente vuelta pararía? ¡Suprema argucia capaz de engañar incluso al viejo zorro Neubauer, maestro de estrategas y rey de los trucos para engañar al contrario! Y supremo valor de quien sabía que se la estaba jugando a cara o cruz con unos milímetros de caucho y otros tantos de tela como garantía! Y un reventón era la certeza casi absoluta de acabar contra una pared, un árbol o una farola... « ¡Diablos », piensa Don Alfredo , « Tazio no se para. ¡Vuele a hacer la señal, pero no para! ¿Será capaz de ir hasta el final sin pararse...? ¡Claro, eso es! ¡Sacadle la pizarra a Rudi!» Pero cuando se la mostraron ya era tarde. Caracciola pasó a 14” de Nuvolari en la vuelta 76, a lO” en la 78 y a 9” en la 79, la penúltima. Los espectadores estaban electrizados. No necesitaban megafonía ni cronómetros ni estar frente a boxes para comprender lo que estaba ocurriendo. Se respiraba en el ambiente.
El viejo zorro, aquel hombrecillo legendario, aquel diablo volador, aquel hermano de raza, temperamental, bajito, moreno, nervioso, de rostro inescrutable que se agita dentro del habitáculo, que gesticula e incluso grita como un poseso, de cuya hazaña del año anterior en Nürburgring tuvieron noticia y guardaban recuerdo, aquel Nuvolari irrepetible, estaba a punto de darles de su propia medicina una vez más a los orgullosos alemanes, a sus máquinas perfectas y a su equipo, tan disciplinado que casi parece un batallón. O... ¿tal vel no lo conseguiría? Testigos ubicados en la Rosaleda, me dirán 30 años después que Nuvolari pasó por allí sobre dos ruedas. Claro que, nunca se comprobó esa afirmación...Probablemente, lo cierto sea que sus neumáticos estaban tan gastados que el coche derrapaba de mala manera, dando la impresión de ir sobre dos ruedas... Aún no había llegado a Font del Gat cuando el Mercedes entraba en Rosaleda. Y Dios Todopoderoso: aquella era una carrera! Quienes la estaban viendo, no la olvidarían jamás.
Última curva, a 200 metros de la meta: el Alfa derrapó, se iba. Los neumáticos no agarraban. Gemían.Se les veían las telas. En un esfuerzo supremo, Tazio lo recuperó. Lo obligó. Y logró dominarlo por última vez para cruzar la meta victorioso. Instantes después lo hacía Caracciola. Hubo 70.000 voces que ovacionaron al triunfador durante su vuelta de honor.

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