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jueves, 23 de julio de 2009

Stirling Moss


Biografia de Stirling Moss, leyenda viva del automovilismo britanico conocido como "el campeon sin corona"...por mas que lo intento en muchas oportunidades, nunca llego a ser campeon mundial.










Difícilmente la historia del Campeonato Mundial de Fórmula 1 vuelva a entregar un caso como el de Stirling Moss. Es que nadie imagina que un piloto repita la desagradable experiencia de intentar siete veces la conquista del título y fallar otras tantas. Esto fue lo que ocurrió con este inglés nacido en Londres el 17 de septiembre de 1929, quien por distintas circunstancias vio escapar una a una, entre 1955 y 1961, esa gran ilusión que tiene todo corredor. Una serie de frustraciones que le valieron el título de "campeón sin corona". Denominación que reflejó el reconocimiento unánime para alguien que merecía alguno de los títulos que perdió y que sigue siendo considerado entre los grandes pilotos de todos los tiempos y para muchos, el mejor entre los ingleses. "Fangio fue mi gran maestro, pero también mi gran sombra", es una de las reiteradas frases con las que Stirling, por un lado, reconoce la admiración que sintió por el argentino, pero también el inoportunismo de haber coincidido en una misma época y en un mismo equipo, como Mercedes-Benz. Precisamente durante su breve paso por la casa alemana, en 1955, Stirling inauguró el rosario de intentos fallidos en pos de atrapar la corona. Tal vez fue el más entendible, ya que tras convertirse en la revelación de 1954, sobre una Maserati, fue convocado por Mercedes para secundar a Fangio. Por eso tuvo que escoltarlo en Bélgica y Holanda. La recompensa le llegó cuando Fangio no le opuso resistencia para que Moss entusiasmara a los ingleses con su debut triunfal en Fórmula 1 en su país. Un gesto que Stirling le reconoció a Fangio no sólo entregándole los laureles de ese podio sino, también, con esa amistad que, pese a la rivalidad, se prolongó hasta la muerte del Chueco, en 1995. Sus ambiciones de campeonato lo llevaron a emigrar a Maserati en las temporadas siguientes. Pero nuevamente el escollo de Fangio se interpuso en su camino. Con el Lancia-Ferrari, el argentino fue un poco más efectivo (ganó tres carreras contra dos de Moss) y tuvo la suerte del gesto de Peter Collins, quien en la carrera final de Italia le cedió su auto para compartir los seis puntos que le dieron el tricampeonato, por tres puntos de ventaja sobre Moss, quien, por su parte, sumó su segunda decepción. La tercera vino al otro año, cuando Fangio se pasó a Maserati y con una espléndida demostración en el Nurburgring puso el broche a las fantasías que nuevamente había atesorado el pobre Stirling."Esta es mi oportunidad", reconoció Moss, en 1958, cuando se retiró su rival y amigo Fangio. Y estaba claro que sin su sombra, el título parecía surgir para el inglés, quien encima, sobre el pequeño Cooper-Climax, había arrancado la temporada con un triunfo en Argentina. Luego, cuando tuvo listo el Vanwall, repitió en Holanda y Portugal. Y así llegó a la competencia final de Marruecos con chances de lograr ese esquivo trono. Esta vez el rival era su compatriota Mike Hawthorn, quien al comando de la Ferrari sólo había ganado en Francia, pero había sido muy regular. Moss hizo todo lo que tenía que hacer aquella calurosa tarde de Marruecos. Se impuso de punta a punta y marcó el récord de vuelta que en esos tiempos entregaba un punto. Sin embargo, tampoco pudo ser esta vez, porque el segundo puesto que cerca del cierre de la prueba heredó Hawthorn, tras el abandono de Phil Hill, le alcanzó para ser campeón por un punto. Las crónicas de la época destacaron más la mala suerte del subcampeón que la coronación de Hawthorn. "Fue el título que más me dolió perder", comentó Moss. Jack Brabham fue el nuevo nombre contra el que, en 1959, chocaron las perseverantes ilusiones de Moss. Tras equiparar en victorias (dos) al australiano, Stirling volvió a llegar con posibilidades a la última carrera de Estados Unidos. La caja lo traicionó cuando punteaba, mientras que la fortuna le sonrió a Brabham, quien, a pesar de quedarse sin combustible y cruzar la meta empujando su auto, se consagró campeón. Un título que renovó al año siguiente, cuando las chances que Moss había construido esta vez a partir de su éxito en la carrera inicial de Mónaco, se esfumaron con el grave accidente en Spa, que le provocó fracturas en ambas piernas y una convalescencia de un par de meses. La sexta posibilidad se escapaba. Y la séptima se la quitó en 1961 la mayor competitividad de las Ferrari de Von Trips y Hill por encima del Lotus-Climax. Pero Moss dejó su sello con espectaculares victorias en Mónaco y Nurburgring, dos escenarios donde su capacidad conductiva compensó la inferioridad técnica de su auto. No hubo otra oportunidad. Porque la temporada 62, que Moss encaró con el mismo entusiasmo, terminó antes de empezar. El destino le puso su última trampa el 23 de abril en Goodwood, durante la disputa del Trofeo Glover, una carrera sin puntaje. Deseoso de recuperar la vuelta pérdida ante el líder Graham Hill, encaró una de las curvas más veloces por encima de los límites. El despiste del Lotus fue inevitable y terminó contra el terraplén. Cuarenta minutos tardaron en extraer a un incosciente Moss, quien recién a la semana recuperó el conocimiento, aunque nunca recordó las causas del accidente. Ya restablecido volvió a subirse a un auto de carrera, pero tras dar unas vueltas se bajó y anunció su retiro. "Ya no puedo ir al limite y así no tiene sentido seguir corriendo", admitió, con palabras dignas de un campeón. Moss no lo fue, pero sólo para las estadísticas.

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