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jueves, 12 de noviembre de 2009

Sid Watkins


Comenzó como piloto, pero su fama llegaria luego... de una manera un tanto distinta. El Doctor Watkins fue el medico de la F1 durante decadas, fue el salvador de muchas vidas de pilotos...pero tambien fue el primero en llegar a los más terribles accidentes.
Aquel temprano abandono en el Rally de Africa del Oeste, en 1955 no fue un auspicioso debut en el automovilismo para un tal Sid Watkins. Sin embargo, su apellido se haría famoso Poco más de 20 años después, cuando se convertiría en el doctor oficial de la Fórmula 1.
Sus canas, sus gafas grandes y marrones y su clásica sonrisa extensa eran conocidas por muchos en cada circuito que visita el gran circo. Y hasta firmaba autógratos. Sus charlas habituales con Ron Dennis, su recordada amistad con Ayrton Senna, su paz interior en el momento de más tensión, como cuando en Gran Bretaña 99 escuchó de la boca del propio Michael Schumacher: "No hay problemas, Sid. Sólo me fracture una pierna". Todos rasgos del guardián número uno de los mas veloces del mundo.
Eric Sidney Watkins vio la luz el 6 de septiembre de 1928, en Liverpool, en el estado de Lancashire, en Gran Bretaña. Sus padres, Wallace y Jessica, eran oriundos del condado de Gloucestershire, pero en una de las tantas crisis económicas que atacaron al mundo, especialmente a Gran Bretaña, pionera en experimentar el desarrollo fabril, se tuvieron que mudar a Liverpool, por eso Sid nació allí. El muchacho, desde sus estudios primarios, demostró su preferencia por la biología, algo que luego desembocaría en su carrera de médico neurocirujano.Watkins estaba en Africa como parte de una misión de la Armada Británica cuando corrió aquel rally en 1955, en el que abandonó con su Ford Zephyr Zodiac porque su acompañante lo había anotado mal en un control. Apenas había comenzado la competencia. Sid nunca había sentido tal sensación, y, aunque creía que ser piloto estaba muy lejos, pretendía quedarse con el automovilismo, sea como fuere.
En el continente africano, donde estaba estudiando los efectos del intenso calor sobre la sicología humana, estuvo hasta 1958, cuando partió hacia Oxford. Allí se perfeccionó en neurocirugía durante tres años. Y un día de 1961 iniciaría su asociación, nuevamente, con los autos de carrera.Desde joven, el doctor mantenía una fuerte amistad con Dean Delamont, la cabeza del RAC (Royal Automobile Club). Este le invitó a ser el jefe médico de competencias de karting y otras categorías menores de monopostos. Watkins aceptó el trabajo, aunque tenía que ver la carrera desde un costado de la pista.
Las primeras pruebas en las que tomó el papel de ángel guardián fueron en Brands Hatch y Silverstone. "Antes de esto ya era un espectador fanático de cualquier competencia. Iba seguido a Silverstone y, especialmente, a Aintree, que está cerca de Liverpool", confesaría luego Sid.Un ofrecimiento del Centro Médico de Upstate, en Estados Unidos, hizo que Watkíns armara las valijas y partiera hacía América, en 1962. Como profesor de neurocirujía en ese sanatorio, el británico continuó cuidando las almas en un circuito. El elegido fue el trazado de Watkins Glen, donde Sid y su equipo, formado por doctores del Centro Médico, se encargaría de la protección médica en las carreras de Fórmula 1, de Can Am y de Sports Car Club of America (SCCA).
Acomienzos de los 70 retornó a Inglaterra, donde su misión era enseñar sus conocimientos en una universidad de Londres. Los directivos del RAC no dudaron en contactarlo nuevamente y le ofrecieron la jefatura del operativo de seguridad en los próximos Grandes Premios de Fórmula 1. "Las cosas se mantuvieron de ese modo hasta 1978, cuando Bernie Ecclestone me preguntó si quería convertirme en el médico oficial de la categoría y acepté", cuenta Sid. Al poco tiempo, la FISA creó la Comisión Médica de la Fórmula 1 y Sid asistió a la primera reunión como representante de Gran Bretaña. Y ahí se lo nombró presidente del nuevo cuerpo, responsabilidad que mantiene hasta estos años.Durante tres temporadas, Watkins viajó con la Fórmula 1 a todas las competencias.
Pero también visitó distintos países cuando no había carreras. Su misión era inspeccionar los autódromos importantes para guiar la construcción de nuevos hospitales dentro de cada circuito. Sid fue el primero en armar equipos de especialistas para atender las emergencias de una carrera. "Tiene que haber un especialista en lesiones pectorales, otro en abdominales, uno en lesiones óseas y un último en heridas cortantes graves, además de anestesistas y expertos en resucitación. Cada Gran Premio es distinto en su organización, la cual se debe chequear desde cuatro días antes de la competencia hasta minutos antes de que salga a pista el primer auto. Por ejemplo, en el Gran Premio de Gran Bretaña tenemos 35 médicos dispersados en el circuito. Y en Mónaco, que es mucho más pequeño, hay casi 100", explica Watkins.
Un capítulo aparte en la vida de Sid fue su amistad con Ayrton Senna. Se conocieron en el Gran Premio de Sudáfrica de 1984, justamente con una discusión. "Llegó al hospital del circuito con terribles dolores en el cuello y la columna. No podía hacer que parara de hablar. Le tuve que decir con fuertes y duras palabras que su estado no era de muerte. Sólo era un problema de estado físico", contestaría luego Watkins. Justamente ese año, el brasileño viajó hacia el consultorio del doctor, en Londres, para someterse a un tratamiento con corticoides. El objetivo era dejar atrás una parálisis facial que había complicado un ojo del paulista.La relación entre ambos fue creciendo. Ayrton se quedaba a dormir en su casa, en Inglaterra, y hasta iban a pescar los dos solos, bien lejos del voraz mundo de la Fórmula 1. Por eso Sid lo extraña tanto ahora. Unas horas antes del accidente fatal en San Marino, le había aconsejado que se retirara del automovilismo: "Tras la muerte de Ratzenberger, el sábado, Ayrton vino a verme al centro médico. Mientras estaba respondiendo a sus preguntas, llegó Charlie Moody, jefe de Simtek, el equipo de Ratzenberger. Fue un momento muy difícil. Senna me dio un abrazo y se puso a llorar.
Sus sentimientos tampoco aguantaron en el minuto de silencio que se hizo en la reunión de pilotos del domingo. El se quedó hablando conmigo en ese momento y volvió a llorar sobre mi hombro. Sabía que algo debía decirle: "¿Por qué no abandonás el automovilismo ahora? No corras. ¿Qué más necesitás demostrar? Fuiste campeón mundial tres veces, probaste ser el más velóz. Deja todo esto y vámonos a pescar". El me miró, se contuvo unos segundos y me respondió: "Sid, hay algunas cosas sobre las cuales los pilotos no tenemos control. No puedo abandonar. Debo continuar".
Esas fueron las últimas palabras que le escuché.Como siempre reconoció, Ayrton no tenía chances de sobrevivir ante tan terrible impacto en la curva Tamburello, en Imola. Pero Watkins sí logró que la vida de un futuro bicampeón, Mika Hakkinen, lograra continuar con sus latidos en el golpe sufrido por el finlandés en los ensayos para el Gran Premio de Australia, en 1995. "Soy un hombre completamente afortunado por haber tenido a Síd a mi lado, en el circuito y luego en el hospital. Nunca me alcanzará el tiempo para agradecerle lo que hizo por mi", contesó Mika. Es que luego del golpe, Watkíns se quedó hasta el martes en Australia, cosa que no es habitual en él. "Comúnmente me voy al día siguiente. Pero si sucede algún accidente grave, me quedo junto con el piloto el tiempo que sea necesario. Con Mika me fui recién cuando supe que su vida no estaba en peligro y que su recuperación daba los primeros pasos", admite Sid, quien cree que la habilidad para tomar decisiones correctas en el circuito y en el hospital es vital para los médicos de la Fórmula 1.
Porque si los pilotos no pueden equivocarse a más de 300 km/h, la medicina tampoco puede fallar. Es que en un accidente de Fórmula 1 la vida puede esfumarse tan rápido como pasa una Ferrari en la recta de Hockenheim.

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