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lunes, 2 de noviembre de 2009

Scheckter en insólito final


Cuando todo parecía definido, las diez últimas vueltas entregaron uno de los finales más emotivos de los últimos tiempos en F1.
En medio de un poco habitual desarrollo, Jody Scheckter dio cuenta de un cansado José Carlos Pace que no pudo defender su posición.

El puntero Pace y su coequiper Watson paseaban la silueta de los rendidores Brabham Alfa en primero y segundo lugar. El GP de Argentina parecía estar definido y después de ver la carrera desde distintos sectores nos habíamos decidido a rumbear para los boxes.
A partir de ese momento comenzaron las sorpresas. El irlandés Watson dejaba solo a Pace por problemas en la trasmisión de su auto.

Jody Scheckter arremetía desde posiciones expectantes y desalojaba a Mario Andretti. Reutemann que ya había parado a reemplazar una goma iniciaba una disputa contra el reloj realmente emotiva, Fittipaldi intentaba por todos los medios a su alcance no dejarse superar por la Ferrari. Pace, al rato, decaía en su ritmo, y Jody Scheckter, que era segundo, lo ponía en peligrosa situación hasta que finalmente lo superó sin ningún tipo de atenuantes. Todo esto había sucedido en un lapso de veinticinco minutos y cuando el público estaba por caer en las pegajosas profundidades del tedio.

De aquel orden Pace - Watson - Andretti - Scheckter - Regazzoni - Fittipaldi - Reutemann poco antes de cumplirse 40 vueltas, a la fila definitiva que sentenció la bandera, integrada por Scheckter - Pace - Reutemann - Fittipaldi - Andretti - Regazzoni - Brambilla, habla una diferencia sideral.

El GP de la Argentina entregó un impresionante cúmulo de irregularidades -en lo que a desarrollo se refiere- y en tiempo record. Así lo entendió la tribuna, que entre banderas argentinas, emblemas de Ferrari y cánticos de aliento a Reutemann, se olvidó del insoportable calor y deliró ante cada peldaño que escaló nuestro compatriota en los últimos veinte minutos de carrera.

Pero no sólo el trámite del GP fue insólito. También el auto del ganador contribuyó para que el periodismo especializado de todo el mundo recurriera a su memoria para recordar cuántos años hacia que un auto de F1 no debutaba como ganador. Y el dato saltó. Desde aquel triunfo del Lotus 49 en el Gran Premio de Holanda de 1967 confiado a las manos maravillosas de Jim Clark, un constructor no lograba lo que Postlewhaite (el mismo que concibiera el Hesketh) con este efectivo y excelente Wolf que Jody Scheckter supo aprovechar de manera integral.

Del análisis rápido del domingo por la noche se hace impostergable valorar el proceso del Equipo Martini - Brabham. Carlos Pace no ganó porque faltando una decena de giros su físico no soportó la temperatura del habitáculo (unos 75º), la presión sanguínea disminuyó y en un ultimo esfuerzo todo lo que pudo realizar fue arribar al final salvando el segundo lugar por apenas 2s 8/10 sobre Reutemann. De allí a la enfermería. La "palma" lo había copado de manera implacable y con ella quedaron a medio camino las ilusiones de Bernie Ecclestone y del mismo Carlos Pace. El hecho, indiscutible, es que en estos últimos meses la gente de Brabham y la de Alfa Romeo (motor más liviano con block de titanio entre otras mejoras) han conseguido de ese conjunto chasis - motor un rendimiento espectacular.
John Watson y Pace se encargaron de demostrar la solvencia del auto y el infinito panorama que tienen en un futuro cercano. No no cabe duda que tanto la gente de Ferrari, como McLaren, Tyrrell y Lotus deben estar pensando en este momento cómo encarar la arremetida de Ecclestone.

McLaren, siguiendo con los equipos, no tuvo suerte en Buenos Aires. Un misteriosa rotura de vital elemento en el auto de James Hunt cuando era comodísimo puntero y dosificaba su motor a gusto, hizo que el inglés tuviera que vérselas muy feas en la "S" del Ciervo y entre una maraña de alambradas protectoras. Volvió a boxes a bordo de una moto conducida por Rodríguez Canedo y nunca más se supo a ciencia cierta cuál habla sido la razón de su extraño despiste que, aclarado sea, no fue un error conductivo. Su compañero Jochen Mass, cuando empujaba fuerte y ratificaba sus condiciones de hombre con ritmo en lo veloz, se encontró con un motor famélico y quedó en boxes. Lo que para ellos era un Grand Prix ganado y nueve puntos en casa se transformó inesperadamente en una debacle poco placentera a juzgar por la cara de Teddy Mayer.

La otra decepción estuvo a cargo d Tyrrell con sus increíbles seis ruedas que se ganaron la simpatía de la tribuna desde el mismo momento que salieron a la pista. Depailler largó en segunda fila pero su motor no rendía lo esperado. Llegó lejos a la "S" y de allí en adelante quiso compensar con manejo. Resultado: Dos dibujos que lo retrasaron y una serie de riesgos que no tuvieron nada de positivos. Ídem Peterson que evidentemente no se encuentra muy a gusto en su nuevo elemento.
Los autos tuvieron problemas de rendimiento en sus plantas motrices y sus posibilidades desaparecieron justamente en un circuito muy rápido como es el nuestro y donde las soberbias condiciones aerodinámicas del Tyrrell lo ponían al frente y en lucha directa con el McLaren de Hunt. Lo cierto, que amén de un tercer tiempo clasificatorio obtenido por Patrick Depailler, el equipo británico capitaneado por Mr. Ken no tuvo ocasión de confirmar las virtudes de su remozado aparato.

Con respecto a Ferrari, y si nos remontamos a los últimos años y al historial del GP de la Argentina, llegaremos a la conclusión que sus 12 cilindros boxer nunca asustaron a nadie en este escenario. El dibujo no les sienta bien y para colmo de males, el calor tampoco. Lo que si es inapelable, es que la Ferrari ya no es el mejor ni el más rápido auto de la F1. Aquella supremacía que ostentó durante la primera mitad de la temporada 1976 es historia lejana. Los demás trabajaron, estudiaron y mejoraron lo suficiente como para desplazarla a un segundo plano. El convencional chasis McLaren o el mismo Tyrrell y el sorprendente Brabham Alfa dejaron establecido que a los muchachos de Maranello se les puede ganar si uno se dedica a hacer las cosas a conciencia y con método.

Lauda y Reutemann entregaron todo lo que potencialmente están capacitados para brindar a bordo de un F1. Cada uno en lo suyo, con sus sistemas, pudieron apenas integrar plazas del segundo pelotón ante un irreverente y espléndido John Watson y el veloz James Hunt. Problemas en las suspensiones, gomas que no se adecuan debidamente a esa geometría, una aerodinámica poco efectiva son los principales factores que conspiraron esta vez para que las Ferrari no rindieran en Buenos Aires. Sólo el tercer puesto de Reutemann, en un desarrollo nada habitual, hizo que esbozaran una sonrisa en el box de Ferrari por los cuatro puntos que pasan a engrosar las arcas del equipo.

A las anormalidades sucedidas, Ferrari mostró una más. Su fama de auto ideal para trazados veloces se desvirtuó en Buenos Aires donde eran varios los autos que conseguían distanciarse de ellas en el Curvón del Fondo en tanto en la zona lenta, donde las Ferrari siempre fueron indóciles, consiguieron registros parciales de punta. Cabe entonces pensar que nuestro autódromo no fue concebido para que el chasis italiano y su motor 12 boxer puedan discutir privilegios en condiciones normales. El análisis profundo lo estará haciendo ahora la gente de Ferrari.

Pasado de lo material a lo humano, es justo comenzar por John Watson. El irlandés ganador del GP de Austria del año pasado subió por primera vez al Brabham Alfa Romeo el jueves por la tarde. Lo tanteó una docena de vueltas, se conocieron en seguida y comenzaron a salir los tiempos. Invariablemente con registros inferiores a los de Pace que tiene mayor experiencia en ese chasis y motor. Eso habla claramente de la capacidad de Watson, de su adaptación instantánea al medio y de un futuro muy interesante para un piloto efectivo, correcto, frío e inteligente que no todo el mundo tenía en su lista de posibles. Ahora el brasileño tendrá que esmerarse para estar en un mismo nivel que su nuevo y muy capaz compañero de equipo.
Jody Scheckter no supuso que seria el ganador.
Pero la furibunda "palma" de Pace le aclaró su horizonte. El Brabhan empezó a perder ritmo, cortaba lejos en la "S", en la Chicana, sus tiempos eran irregulares. Informado de boxes, el sudafricano exigió cuanto pudo a su excelente Wolf y a cinco vueltas del final pasó a ser líder. Nadie podrá discutir la legitimidad de este triunfo ni el manejo demoledor y positivo de este primer ganador de un Grand Prix en 1977.

Lo de Pace se puede comprender aunque indica quizás una falta de estado físico ideal, lujo que no puede darse un profesional de su nivel. Brambilla terminó aniquilado. También le pasó Scheckter y Reutemann pero tuvieron el suficiente "resto” como para arribar con ritmo y sin decaer a la vuelta 53.

Es agradable, claro está, tener que escribir acerca del espléndido trabajo de Carlos Reutemann. Una buena largada, una mente clara para el planteo cuando quedó establecido que su Ferrari no estaba para la punta sino para seguir de lejos a Scheckter y nada más. Luego, la goma que lo hace dibujar en la entrada a los mixtos, la parada en boxes (14 segundos perdidos) y de alli en adelante una serie de tiempos demoledores, con un manejo aguerrido, frenando más allá de lo aconsejable y mostrando un manojo de recursos que sólo tienen los dotados. El 1m51s1 queda como muestra irrebatible de su magistral tarea a bordo de su Ferrari.

Para completar el Cuadro de Honor es indispensable no olvidarse de Emerson Fittipaldi luchando con un auto casi ingobernable; Mario Andretti que se quedó en el último giro beneficiando a Reutemann y después de convencer a todos que el nuevo Lotus tiene mucho futuro. James Hunt, el actual campeón, pulcro y con una prolijidad que sólo lo pueden tener quienes están seguros de sus condiciones y de las virtudes del auto que conduce. Vale el mismo comentario para el alemán Jochen Mass con el otro McLaren.

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