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lunes, 27 de abril de 2009

Eddie Irvine


Nacido en Bangor, en la región de Irlanda del Norte, Irvine comenzó su relación con el deporte motor en 1983, debido en gran parte a la influencia de sus padres, quienes también tenían intereses en la actividad.
En
1988, comenzó a participar en la Fórmula 3 Británica, como paso previo a su incursión por la Fórmula 3000 en 1989. Al año siguiente, pilotó uno de los coches de Jordan en la Fórmula 3000 japonesa. Fue con esta escudería con la cual pasaría en 1993 a la Fórmula 1.
Eddie Irvine se ganó la fama de piloto combativo ya en sus primeros años en la máxima categoría. Incluso en ocasiones en que contaba con una máquina claramente más lenta que las demás, tenía la tendencia de salir a ganar la carrera, lo cual muchas veces hizo que ni él ni otros pilotos la pudieran finalizar en última instancia.
También fue reconocido por su personalidad, que podría describirse como la de un "anti autoritario". En su debut en
Suzuka en 1993, Irvine advirtió en sus espejos retrovisores que Ayrton Senna estaba a punto de sacarle una vuelta de ventaja. Claramente, debía dejarlo pasar, en primer lugar porque el irlandés se encontraba rezagado, y en segundo lugar porque el piloto detrás de él era un ex campeón y uno de los hombres más talentosos de la categoría. No obstante, Eddie no cedió su posición, lo cual le valió un puñetazo.
En 1995 fichó por la escudería Ferrari junto al entonces doble campeón de F1 en Bennetton Michael Schumacher, con quien compartió equipo desde 1996 a 1999. Irvine destacó por su labor de equipo y su apoyo al número uno de la escudería, labor que durante mucho tiempo no tuvo el reconocimiento merecido por parte de los propios aficionados italianos. Sería en 1999 cuando tras el accidente de Michael Schumacher en Silverstone y tras ganar su primer Gran Premio en el Albert Park de Melbourne cuando tomara las riendas de la escudería en su afán de intentar conseguir un título de pilotos que se resistía desde 1979. Con la ayuda de Mika Salo y el propio Schumacher llegó al último Gran Premio en Suzuka donde el finlandés Mika Hakkinen consiguió la victoria y el título de pilotos. Irvine tuvo que contentarse con el subcampeonato y el hecho de haber colaborado decisivamente a la obtención del mundial de constructores por parte de Ferrari, el primero desde 1983, además de los cuatro grandes premios que ganó aquella temporada.
En el año 2000 fichó por la escudería Jaguar heredera de la Stewart Ford. Irvine que llegaba con la vitola de subcampeón del mundo y uno de los mayores contratos de los últimos tiempos en la F1 (3 años a razón de 12 millones de euros aproximadamente cada una de ellos), se encontró con una escudería que dilapidó la reputación y el prestigio de su antecesora en un monoplaza que nunca aspiraría para lo que fue concebido, luchar por los puestos punteros de la parrilla. A la mala planificación del equipo y del monoplaza se unieron los problemas por encontrar un segundo piloto para la escudería puesto que entre 2000 y 2002 Irvine compartió equipo con Johnny Herbert, Luciano Burti y Pedro Martínez de la Rosa, sin que ninguno de ellos diese el resultado esperado. Irvine por su parte en ningún momento pudo con los problemas que le acarreaban tanto el Jaguar como el peso de su supercontrato. A pesar de ello en contadas ocasiones pudo demostrar su valía y situó su monoplaza en el podio, la última en el año 2002 cuando compartió el cajón con los dos Ferrari en el Gran Premio de Italia para delirio de los tifosi, quienes le premiaron con una sonada ovación reconociendo su paso por la "Scuderia".

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